martes, 13 de abril de 2010

El sonido del universo con cuencos tibetanos



La música es vibración, es ritmo, es color, hay música en todo lo que vibra y lo que vibra es ...TODO!

El sonido del universo con cuencos tibetanos

No se sabe a ciencia cierta si los cuencos tibetanos fueron diseñados para hacer música pero se dice que su sonido encierra el misterio del universo. Sus orígenes se pierden en la noche de los tiempos, en regiones orientales como el Tíbet donde predominaba la religión chamánica Bon previa al Budismo. Los investigadores creen que eran utilizados en los monasterios como elemento de meditación, iluminación y sanación, capaces de despertar al maestro interior, ese que hoy menos esotéricamente llamaríamos el sistema inmunológico.

La forma del cuenco se va dando con golpes de martillo, como si pinceladas sonoras fueran dandole forma a un cuadro final. Cada golpe se observa y se palpa luego en el acabado del metal y en la línea ondulada de los bordes. La aleación no es casual, está compuesta de siete metales: oro, mercurio, plata, cobre, hierro, estaño y plomo, cada uno en una proporción exacta.



Tampoco se sabe como se encontraron en la antiguedad con la aleación perfecta, pero sí se sabe que dicha aleación “debe” ser perfecta porque su combinación junto con la forma y el forjado manual es la única capaz de producir los sobretonos armónicos buscados.

El sonido se obtiene al frotar el cuenco con una vara corta de madera. Si el artesano trabajó correctamente, al frotarlo surgen los llamados “sobretonos armónicos”, aquellos sonidos de los cuales se desprenden otros más agudos pero que mantienen una relación armónica entre sí. Esos “sobretonos” por el principio de resonancia logran modificar y contagiar en su frecuencia a las ondas cerebrales de vibración inarmónica de una persona, elevando su conciencia, calmando su mente e influyendo sobre sus emociones y sus neurotransmisores, los cuales a su vez la ayudarán a ajustar su sistema inmunológico casi sin darse cuenta.

Según los antiguos maestros los cuencos tibetanos emiten el sonido del universo, manifestándo el famoso “Om” o sonido creador pero a la vez también el sonido del Vacío. Lo notable al escucharlos es percibir como un eco detrás del sonido primario, que realmente parece decir “OM” mientras perdura el sonido, como si una onda u ola interminable se extendiera hasta que en algun momento se va de nuestro campo auditivo. La realidad es que no se va, seguimos resonando internamente en armonía con los armónicos que produjo la frecuencia, como impregnados de ella, de ahí su efecto sanador y relajante. El sonido de varios cuencos en concierto puede perdurar dentro de cada uno modificando su estado paulatinamente hacia un estado de vibración y música continuos. Hacia un estado de despertar y renacer interior.

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